El lunes fui al Parque Acuático Costa Caribe de Port Aventura. En las atracciones del complejo de Tarragona ya había estado una vez, pero en los toboganes aún no. El chapuzón, pese a la triple ración de sol y a la típica aglomeración de julio, no estuvo mal. Qué os voy a contar, tirarse por los toboganes es divertido, emocionante, impresionante y, como no, refrescante; además, el parque está muy logrado, hay de todo, incluso raciones de Focaccia congelada a 6’50 euros o helados frigo a 3’40 euros. Pero como ya conocéis las bondades de todo parque acuático y las estafas en los precios de cualquier destino destinado al ‘guiri’, este artículo va de otra cosa. En el título ya tienes alguna pista.

¿Sabéis lo que más ilusión me hacía de esa jornada acuática? Aparte de divertirme con @MrsJanins, era tirarme por cada uno de esos toboganes Gopro en mano para grabar la experiencia en primera persona y, tal vez, editar un buen vídeo. Mi mente infantil no paraba de pensar en eso —y de rezar para que la funda no permitiera que ninguna gota de agua se colase— durante la hora y media de viaje en tren hasta el lugar. Pero nada más subir al primer tobogan, la ilusión se esfumó. “No puedes bajar con la cámara”, me dijo una empleada mientras nos sujetaba el colchón doble. El chasco fue grande pues ningún cartel lo prohibía. “Es verdad, tienes toda la razón, no hay ningún cartel que lo diga, pero es una norma no escrita del parque”, justificaba la trabajadora, quien nos animó incluso a escribir una reclamación. Para no acrecentar el chasco, la amable y comprensiva socorrista se ofreció a custodiarnos la cámara para que nos pudiéramos lanzar por ese tubo y disfrutar igualmente de la experiencia. Así lo hicimos y acto seguido subí a buscar la GoPro para volver a bajar por las escaleras con ella. Todo muy normal.
En la tienda del parque se vende una cámara acuática (no Gopro) por 119 euros, aunque dentro no la puedas usar
Miré en todos los carteles por si ésa norma no escrita estaba al menos un poco escrita. Pero nada, en ninguno encontré señal. He de decir que en plena fiebre por el vídeo y por las GoPro, no ver a más gente con ese aparato en las piscinas resultaba extraño. Aunque sí pude ver a un jóven desafiando a los socorristas con una de ellas atada a la muñeca y usándola de escondidas. Yo decidí guardarla en las taquillas por las que habíamos pagado 5 euros para no comerme más la cabeza. No pude evitar, sin embargo, darle más vueltas a semejante tontería. Y más cuando supe que en la tienda del parque se vende una cámara acuática (no Gopro) por 119 euros.

Si hubiera podido tirarme tranquilamente con la Gopro en la mano quizás habría editado y colgado un vídeo en YouTube y probablemente habría hecho publicidad (positiva) gratuita de Port Aventura. Si hubiera podido tirarme tranquilamente con la GoPro en la mano o, simplemente, grabar en las piscinas, me hubiera sentido más libre y menos atado a unas políticas de seguridad absurdas —que impiden, además del uso de cámaras, a un niño que mide 1’09m poder tirarse porque hay que medir 1’10m—. En definitiva, podría haber disfrutado más del parque, que de éso se trata en un lugar así, ¿no?
Por normas no escritas incoherentes como ésta no voy a subir ningún vídeo y, por supuesto no voy a hacer publicidad (positiva) de este gran negocio llamado Port Aventura. ¿Acaso se merece publicidad alguna una atracción turística que prohibe usar cámaras y en cambio pretende venderte una a la salida —que no vas a poder usar dentro pero que tal vez te interesa para grabar en la piscina del hotel o en la playa—? Ninguna o, en todo caso, negativa. Aquí tenéis la mía señores de Port Aventura. Porque mi blog no lo pone, pero tengo prohibido por norma no escrita hablar bien de cosas que sobrepasan el sentido común más común.