La gran virtud de un montón de personas es actuar por compromiso.
Hacer algo simplemente porque lo hacen los demás.
Quedar bien para caer bien.
Sobre todo en estas fechas tan señaladas.
No me gusta demasiado la Navidad porque por alguna extraña razón nos volvemos verdaderamente falsos.
Saludamos a quien no nos apetece saludar, fingimos que estamos bien y hacemos ver que escuchamos con atención, cuando lo único que nos interesa es ese turrón.
¿Cómo estás? Bien, muy bien, ¿y tú? Y bien, vamos tirando, como siempre.
Nos traicionamos a nosotros mismos. Muy tontamente, además.
Es época de aparentar felicidad, de regalar cosas inútiles, de empacharnos y de evitar situaciones comprometidas. Por eso rompemos cualquier silencio incómodo con absurdeces.
Es un carnaval de personalidades.
Pero ojo, el disfraz siempre se descubre.
Por cierto, feliz año si no nos vemos.