Si hay ascensor y subes los cuatro pisos por las escaleras, eres un idiota. Si hay escaleras analógicas y bajas al metro por las mecánicas, eres un vago.
A mí, me gusta ser idiota. Por eso subo y bajo a los sitios con la única ayuda de mis extremidades inferiores, que para eso están.
Los vagos se ríen de mí cuando subo a casa por el camino difícil. Yo me río de ellos cuando gruñen porque el ascensor tarda más de la cuenta en bajar. Tenemos sentidos del humor diferentes.
Me gusta ser idiota por dos motivos:
Uno, no hace falta ir al gimnasio para fortalecer cuádriceps.
Dos, el glúteo —o sea el culo—, también se fortifica.
Según un estudio de la universidad de Flipachussets, por cada escalón analógico que subes, quemas 2 calorías. Y si tiene más pendiente de lo normal, 4. Así que si vives o trabajas en un cuarto y subes/bajas dos veces al día, ya te has ganado un Big Mac.
Aunque me dé alergia, tengo claro que el ascensor o la escalera mecánica es un invento necesario. Necesario para quien no puede, por alguna enfermedad o discapacidad, subir en modo analógico. Bravo por el señor Elisha Graves, que fue quien inventó este chisme.
El problema es que el 99{8c9b915fbf6f12551ffa1b16d89db8faa3555cdde133987868bd62e10645910d} de los usuarios que lo utilizan, no lo necesitan.
— ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo? ¿Seguro que no quieres subir como una persona normal?
— Tranquila, señora. Soy idiota, pero estoy bien.
Después de estudiar durante muchos años la fauna que habita los elevadores, he llegado a la conclusión de que lo único que eleva este aparato es nuestra pésima condición de sociedad holgazana. Eso es, nuestra implacable capacidad de cumplir a rajatabla la ley del mínimo esfuerzo.
Si fuera político, habilitaría un carnet del ascensor para dar acceso sólo a quien realmente lo necesita. El resto, a ganarse el Big Mac.
En el diccionario del masoquista motivado, vago siempre será peor insulto que idiota. Así que, con orgullo, voy a seguir alimentando mi condición de idiota.
Hola, David:
Entiendo muy bien lo que quieres decir, pero no me resisto a comentar contigo el origen de la palabra idiota: proviene del griego ἰδιώτης (idiotes) y se refiere a aquel que no se preocupa por los asuntos públicos. Por lo que he ojeado en tu blog, no pareces muy idiota.
Un saludo,
Pablo
Pablo, desconocía el origen concreto del término. Gracias por aclararlo. Y por el halago.
Nos leemos 🙂
David.